Propósitos: Il sogno


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acuérdate de mí­ (en los dí­as de tu juventud)(?)



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Hacer una historia de los celos; hacer una biografía de la rubiedad; hacer una lista cagada de letreros en camiones: “Ni amo ni esclavo, simplemente amigo”… Un hombre abre los ojos; está en una montaña, en una calleja, en su cama, en el fondo del más muerto de los mares muertos, y el fantasma de la mujer que amó y no vive más lo mira; habla (“juntaré tu polvo con el mío”) o no habla; lo toca o no; se quita los guantes o se los deja puestos. Un día también voy a juntar muchas de esas entrevistas fantasmagóricas. Por lo pronto va ésta: El sueño del pobre Leopardi. Lo traduje en endecasílabos, para que su infidelidad fuera soportable. El original está acá.

El alba era, y entre cerradas hojas
por la balconada insinuaba el sol
ya su albor primero en mi ciega estancia;
cuando en el tiempo en que más leve el sueño
y más suave la pupila obscurece
se detuvo a mi lado y me miró
el fantasma de aquella que el amor
me enseñó primero y dejóme en llanto.
No se veía muerta sino triste
y de infeliz semblante. A mi cabeza
acercó su mano y con un suspiro
me dijo: “¿Aún vives, recuerdo alguno
guardas de nosotros?” “¿De dónde y cómo
vienes, beldad querida? Cuánto, oh cuánto
–dije– he sufrido y sufro. No creía
que de ello enterarte debieras, y esto
mi dolor volvía más desolado.
Pero ¿a dejarme vienes otra vez?
Mucho lo temo. Dime, ¿qué sucede?
¿Eres tú la de antes? ¿Qué te consume
internamente?” “Obstruye el olvido
tu pensamiento y lo confunde el sueño”,
me dijo ella. “Muerta soy, y me viste
la última vez ha muchas lunas.” Grande
dolor al oírla oprimióme el pecho;
y siguió: “Muerta en la flor de los años,
cuando es vivir más dulce, antes que sepa
el corazón cómo es inútil toda
humana esperanza: mucho desea
a la que lo lleva de todo afán
el mortal enfermo, mas sin consuelo
llega la muerte al joven, duro el hado
de la esperanza que entierra y extingue.
Vano es saber lo que natura esconde
a los inexpertos de la vida, y mucho
a la inexperiencia el ciego dolor
prevalece.” Oh infortunada, oh querida,
calla, calla, dije, que el corazón
quiebras con tus palabras. ¿Estás muerta,
amada mía, y yo vivo; en el cielo
escrito era que ese sudor extremo
estos despojos, queridos y dulces,
debieran probar, y enteros quedáranme
estos míseros restos? Cuántas veces
pensando que no vives, y que nunca
podría de nuevo en el mundo hallarte:
mucho cuesta creerlo. Ay, ay, ¿qué es esto
que muerte llamamos? Hoy entenderlo
pudiese acaso y apartar mi cabeza
de los atroces odios del destino.
Joven soy, mas se consume y se pierde
como la vejez la juventud mía,
y a aquélla temo aunque esté tan lejana.
Mas en poco difiere la vejez
de la flor de mi edad. “Tú y yo nacimos
al llanto –dijo–, la felicidad
no sonríe a nuestras vidas, y el cielo
deleitóse en nuestras penas.” “Si el llanto
cubre ahora mis pestañas, y el rostro
pálido es por tu partida, si traigo
el corazón de angustia lleno, dime:
¿De amor o de piedad alguna chispa
hacia el mísero amante el corazón
te encendió mientras vivías? Entonces
desesperé y esperé noche y día;
hoy en el vano dubitar se cansa
la mente mía. Mas si una vez sola
dolor te apresó por mi negra vida,
no lo ocultes, te lo imploro, y socórrame
el recuerdo hoy que el futuro han quitado
a nuestros días.” Dijo ella: Confórtate,
oh desventurado. Yo de piedad
no fui avara, y ahora no lo soy,
pues mísera fui también. No querelles
por esta infelicísima doncella.
Yo exclamé: Por el amor que me agota,
las desventuras nuestras, el amado
nombre de juventud y la perdida
esperanza de nuestros días, deja,
querida mía, que tu mano roce.
Ella la tendió, en acto suave y triste;
mientras la besaba, con afanosa
dulzura palpitando, y la oprimía
al anhelante seno, de sudor
hirvientes pecho y rostro, y apagábase
la voz entre los labios, tembloroso
se hizo el día. Con ternura fijó ella
sus ojos en los míos: “¿Se te olvida,
oh querido, que en mí ya no hay belleza?
Y tú de amor, desventurado, en vano
tiemblas y ardes. Ahora, al fin, adiós.
Nuestras míseras mentes, nuestros cuerpos,
se separan para siempre. No vives
ni vivirás por mí: roto ha el destino
la fe que me juraste.” Zozobrando,
queriendo gritar con angustia, llenas
de inconsolable llanto las pupilas,
desperté de aquel sueño. Ella seguía
en mis ojos, y aún creía verla
entre los rayos inciertos del Sol.


6 comments

  1. Anonymous Anonymous 

    Excelente traducción, Alonso, quién eres?

  2. Blogger alonso ruvalcaba 

    pus no sé. voy a preguntar por ahí.

    ps. la traducción es mediocre, lo chingón es el poema...

  3. Anonymous Anonymous 

    wow....leopardi....lo adoro...
    ciao
    b.

  4. Anonymous Anonymous 

    leopardi es la neta, increíblemente azotado!

  5. Anonymous Anonymous 

    Buena traducción, la tienes publicada o piensas hacerlo?

  6. Anonymous Anonymous 

    giacomo,
    la publiqué en un diario hace mucho, y luego en una revista "literaria", jeje. gracias por la visita y el comentario.

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