el_brayan



miscelánea de pérdidas

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hace días que quiero escribirte una carta: el trabajo impide todo, pesa y se pone en medio de nosotros como un microbús. entre triste y abrumado, he estado pensando en pérdidas recientes, miro viejas fotos, leo cartas [me arrepiento de haber tirado algunas], finjo que les escribo poemas. pienso en chío, por ejemplo,



en cómo me gustaba verla asomada a la ventana, y me imagino que si le hiciera un poema tendría que ser algo séntido, llegador, porque sé que a ella le gustan los versos así, y me la puedo imaginar leyéndolos perfectamente; serían como estos que medio le volé a yourcenar:

nunca sabrás que el alma tuya llevo
al fondo d’este manso corazón adoptivo,

pienso también en l., en los abrazos dulcísimos y en que nunca pasó nada: nada: una pérdida absurda, porque fue una pérdida de oportunidades también;




si le escribiera versos [pero no lo haré, obvio], tendrían un poco de “consejo”, como

que debimos asir el fugitivo
instante d’ese entonces,

pero también algo de queja, ¿no?, necesariamente una queja, le diría:

que renuevo
los vidrios rotos cada día,

algo así, pero no, no sé. y luego pienso en m. nos divertíamos como locos;


era alburera y chistosa; y bebía un chingo y se metía de todo; a ella le tendría que escribir cosas que la hicieran reír. tipo:

ven,
estoy viviendo solo, neta, mírame
en la casa vacía, ven, aspírame,
trapéame, sacúdeme, anda, ten
las llaves,

y también, sobre todo en jarras, pienso en la pérdida de c.

consumada en el último diciembre, ésa sí fue total, como esos camiones llenos de niños que salen volando en una curva y van haciéndose pedazos con las paredes del barranco y luego hay que recoger los brazos y los sesos y las cabezas y la ropa para que cada quien trate de reconocer a su pariente, una pérdida total pues, y pienso que no podría hacerle versos porque serían, como siempre en nuestros encuentros, un montón de reproches mezclados con una sonrisa falsa en que rechinan los dientes, algo así:

esas llaves que tiraste
saliendo de mi casa en división
las recogí, las puse en el cajón:
qué forma tiene todo d’irse al traste,

pero entonces pienso en ti, querida amiga [all loſſes are reſtord, and ſorrowes end], y en tu exilio, en qué ganas de que estés acá, el df está esperándote, y en las noches en que nos despertábamos para hacer el amor, y en las noches en que combatíamos el insomnio masturbándonos, qué dicha, y en el hotel de pueblito improvisado, qué pinche tormenta ¿no?, y tú y yo fumando mota y empapados, muriéndonos de risa, y pienso que a ti no te haría versos [no pude ni escoger una foto tuya para el post, tengo centenas], mejor te regalaría versos de poetas chafas, de sabines o benedetti, para que sonrieras y me creyeras buen poeta o yo qué sé o te escribiría una súplica, algo contundente y que te recordara la cama de entonces [no pasó tanto tiempo todavía], algo así:

regresa de tu exilio, amiga mía,
al ruido del colchón, su sinfonía,

o pegaría todos esos versos con diúrex en un soneto malísimo pero hecho para esta carta y para ver si ves los guiños y guiñas tú también tus ojos que miro en el celular a cada rato, un soneto horrible:

nunca sabrás que el alma tuya llevo
al fondo d’este manso corazón adoptivo,
que debimos asir el fugitivo
instante d’ese entonces, que renuevo
los vidrios rotos cada día, ven,
estoy viviendo solo, neta, mírame
en la casa vacía, ven, aspírame,
trapéame, sacúdeme, anda, ten
las llaves [esas llaves que tiraste
saliendo de mi casa en división
las recogí, las puse en el cajón:
qué forma tiene todo d’irse al traste],
regresa de tu exilio, amiga mía,
al ruido del colchón, su sinfonía,

lo metería en un sobre, le escribiría sus cinco direcciones y ai que’l pinche cartero se haga bolas.

tu amigo que te extraña,
alonso


el otro gabriel

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yo no sabía que el otro gabriel tenía blog. algunos lo reconocerán [el negro, perchance?], porque tiene un maestro que mea en la llanta de su propio auto y dice “aquí meó el maestro rulfo”. en el nombre de su blog hay cuando menos tres falsedades: no estoy borracho. he aquí un ejemplo de su humor [no supe si poner las comillas en “ejemplo” o en “humor”]:

Los señores que contraté para mudarme venían en su camioncito comentando los siguientes puntos:
–¿Supiste que ayer cargamos unos muebles bien pesados?
–¡Nombre!

Más tarde, en una reunión de publicistas, las conversaciones tenían el siguiente vaivén:
–Güey, ayer vi un comercial buenísimo.
–El que yo vi es mejor.

Bajo ese esquema, imagino a dos empleados de equis circo itinerante:
–¿Y anoche comiste mucha espada?
–Algo, ajá.
* * *
vale la pena el clic


when to the sessions

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erecciones y humedades

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[actualización: ¿somos todos, no? meleagro y catulo y marcial y juvenal y el aretino y quevedo y góngora y los viejos anónimos y los simbolistas y los modernistas y los surrealistas y los pornosoneteros, todos pensando en la misma cosa, en llenar nuestros orificios, en abrir la boca o las piernas, en venirnos afuera o adentro, en que alguien se venga dentro o afuera de nosotros, por siempre jamás y en cualquier lado. clic.

para ramón paz]

Erecciones y humedades que, obvio, son lo único que importa. Coger y masturbarse. Hay quien cree, no sé bien por qué, que el pornosoneteo es cosa reciente. El primer Jardín de Venus, que es anterior a 1589, trae como cuarenta sonetos lujuriosos, algunos cachondísimos, como para ya variarle al Assparade, a Dulce María o a los recuerdos del Boy Bar. Éste, por ejemplo, que trata la homosexualidad con un ojo nada común para la época (solía ser materia de sátiras pasadas de lanza):

Hallándose dos damas en faldeta
tratando del amor con mucha risa,
se quitaron faldetas y camisa
por hacer más gustosa la burleta.

La una con la otra recio aprieta
mas dales pena ver la carne lisa.
Entonces llegó Amor con mucha prisa
y puso entre los dos una saeta.

La una se apartó muy consolada
por haber ya labrado su provecho,
la otra se quedó con la agujeta.

Y como se miró, viéndose armada,
por el daño que el dómine había hecho
le puso por prisión una bragueta,

es cachondísimo, sobre todo los dos primeros cuartetos, con las caricias y la carne lisita de las damas, y hasta la llegada de Cupido con su
dildo. Hay un dildo natural en un soneto cuyos cuartetos dicen:

Tú, rábano piadoso, en este día
visopija serás en mi trabajo;
serás lugarteniente de un carajo,
mi marido serás, legumbre mía.

Un poquito más largo convenía,
mas no importa, que irás por el atajo.
Entra de punta y sácame de cuajo
las gotas que el que pudre me pedía:

¡Qué rico, caray! [“El que pudre”, dice Quevedo, llaman “al marido muerto”.] También esta chavita se masturba que da gusto:

Rapándoselo estaba cierta hermosa,
hasta el ombligo toda arremangada,
las piernas muy abiertas, y asentada
en una silla ancha y espaciosa.

Mirándoselo estaba muy gozosa,
después que ya quedó muy bien rapada,
y estándose burlando, descuidada,
metióse el dedo dentro de la cosa.

Y como menease las caderas,
al usado señuelo respondiendo,
un cierto saborcillo le dio luego…

O sea que la depilación no es taaan siglo veinte. En Des dames galantes
Brantôme dice: Aucunes, au contraire, se plaisent le tenir et porter raz, comme la barbe d’un prestre, al ras, cual barba de curita... Pues sí, suena misógino pero ni modo: en la calentura lo que menos [me] importa es la corrección política. Según los estándares del siglo de oro, casi todas las mujeres querían que las forzaras, aunque fuera un poquito. Hay muchos sonetos sobre el asunto; el mejor, para mí, es éste:

Aquel llegar de presto y abrazalla,
aquel ponerse a fuerzas él y ella,
aquel cruzar sus piernas con las d’ella
y aquel poder él más y derriballa;

aquel caer debajo y él sobr’ella,
y ella cobrirse y él arregazalla,
aquel tomar la lanza y embocalla,
aquel porfiar dél hasta metella;

aquel jugar de lomos y caderas,
y las palabras blandas y amorosas
que se dicen los dos, apresurados;

aquel volver y andar de mil maneras,
y hacer en este paso otras mil cosas
pierden con sus mujeres los casados.

Podría haberlo escrito
Ramón esta mañana, francamente. [Este soneto viene acompañado de una glosa de 14 estrofas de ocho versos cada una que, a diferencia de las glosas típicas, sí aporta mucho y es encantadora. Nomás que me dio güeva transcribirla toda. Va la glosa del v.3:

La resistencia que hace la soltera
quando el galán la mete entre sus brazos
y le mete la mano a la manera
y ella le pone allí mil embarazos;
aquel meterse dentro y salir fuera
hasta que la camisa hace pedazos;
y, para hallar buen fin a su querella,
aquel cruzar sus piernas con las d’ella.]

Éste es como su hermano:

Primero es abrazalla y retozalla
y con besos un rato entretenella.
Primero es provocalla y encendella,
después luchar con ella y derriballa.

Primero es porfiar y arregazalla
poniendo piernas entre piernas d’ella.
Primero es acabar esto con ella
después viene el deleite de gozalla.

No hacer, como acostumbran los casados,
más de llegar y hallarla aparejada,
de puro dulce, creo, da dentera.

Han de ser los contentos deseados;
si no, no dan placer ni valen nada;
que no hay quien lo barato comprar quiera,

y no sólo por el ritmo y las rimas de los cuartetos sino por el asunto de fondo: como todo el mundo lo sabe, el matrimonio es el más sangriento asesino de la cachondez. Hay decenas de poemas que tratan de eso. En el Jardín hay, cuando menos, siete; como el que empieza:

–El que tiene mujer moza y hermosa
¿qué busca en casa y con mujer ajena?
¿La suya es menos blanca y más morena,
o floja, fría, flaca? –No hay tal cosa.

Por supuesto, lo que el hombre busca no es mujer,

---------------------que ya la tiene:
busca el trabajo dulce de buscalla,
que es lo que enciende al hombre el apetito.

Pero, que ni qué, las mujeres también siempre quieren irse. Son incontentables, ¿no? El pobre de Catulo le promete a su dulce Ipsitila nueve acostones, nouem continuas fututiones, pero, obvio, eso no podría satisfacer, digamos, a la protagonista de este soneto manchadón (y cachondo, sobre todo los cuartetos):

Entre unos centenales yo vi un día
dos hombres y una moza hermosa entre ellos;
jamás faltaba encima el uno d’ellos:
cuando acababa el uno, otro subía.

Cada qual su deber muy bien hacía,
mas pudo tanto más ella que ellos,
que, después de cansallos y vencellos,
aun le quedaba brío y lozanía.

Cansada (dijo) estoy: cosa es posible,
que no hay tal ejercicio que no canse,
por más que sea gustoso y deleitable;

pero quedar contenta es imposible:
que el apetito mío es insaciable,
y no consiente el cuerpo que descanse;

o a la de aquel otro, que es una queja constante, con la dificultad técnica de que está en x:

No me parió mi madre Celinpux
para estar encerrada como trox:
dormir sin hombre cinco noches, ¡ox!
¡Cuál estuviera ya mi dingandux!

Tuviera la color de almoradux
si, tantas cuantas veces da el relox,
no l’estuvieran dando con el box
y, puesta yo a primera, hiciera flux.

Ya se me fue mi cara-de-almofrex,
aquel que me hacía decir “¡hix!”,
tapándome la boca al decir “¡ax!”

Y pues está tan seco ya mi brex
después que se me fue aqueste mi dix
yo quiero flechas para mi carcax!

Para entenderle, nomás hay que dejarse llevar por la música. Todo él es tan “absurdo” y tan extraño que su sentido se revela solito. Hay un soneto, el que empieza ¡Afuera, que me jodo de montante!, que es bien raro porque no es misógino sino “feminista”, y además la mujer, que es la que embiste, está flaquita; su sabrosísimo segundo cuarteto dice:

Yo confieso flaqueza en el semblante
porque es el tallecillo algo buïdo,
más jamás se quejó de mal jodido
carajo que cogiese yo delante,

y luego agrega: el tuétano sabroso está en los huesos. Y sí, la neta, muchas veces es cierto. Aunque no siempre:

Entre delgada y gruessa es la figura
que ha de tener la dama si es hermosa;
y en medio de negrura y de blancura
es la color de todas más graciosa;
en medio de dureza y de blandura
la carne de la hembra es más sabrosa.
En fin ha de tener en todo el medio,
pues lo mejor de todo es lo del medio.

¡Contundente! Y hablando de lo del medio, qué tal este fragmentazo “conversacional”:

A la orilla del agua estando un día
agena de cuidado una hermosa
de se mirar su ynfierno deseosa
por verse sola allí y sin compañía,
la saya alzó, que a vérselo ympedía,
y pagada de ver tan bella cosa,
le dijo con voz alta y amorosa
que allá dentro del alma le salía:
“Por vos soi yo de tantos reqüestada,
por vos me dan aljorcas, gargantilla,
corpiño, saya y manto para el frío.
Un beso quiero daros”…

[¡Ox!, si los hombres nos alcanzáramos…] “Diiiimeeee que no y suéltame un sí camuflajeado” berrea el pobre diablo de Arjona. Lo que quiso decir es lo mismo que todos los poetas y los hombres llevan diciendo desde siempre: déjate requebrar. Por supuesto, le faltó la gracia y la técnica de algunos jefes del siglo de oro. Yo, obvio, me quedo con este soneto:

¡Qué alegres son al triste enamorado
las iras de su dama con blandura!
Aquel: “¿Estáis en vos? ¡Qué gran locura!”
Aquel: “¡Quitaos dahí, desvergonzado!”

El santiguarse: “¿Cómo habéis entrado?”
El argüir la fama con cordura,
el tierno desmayar y la dulzura
de aquel: “¡Ash, que lo oirán, ash, que es pecado!”

El falso defenderse, el maleficio,
las lágrimas, el “¡ay!”, el “Yo os prometo”,
el “Creo que me engañáis como enemigo”.

Aquel: “¿Dó estaba yo? ¿Tengo juïcio?”
Aquel: “¡Cuál me dejáis! Tened secreto.”
No hay mal que tanto bien traiga consigo,

cuya protagonista se deja requebrar tan entrañable y sabrosamente. Me quedo con él, y voy al baño.


what lips my lips

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  • EL PROFILE (COMPLETO)
    BREVE MANIFIESTO ANTROBIÓTICO

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