el trapecista



otro himno a la noche

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las ventanas

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prometo ser avisado.


hacia una vindicación del glotón

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el verdadero glotón es un solitario y un adicto. ya de pequeño empieza a mostrar signos de aislamiento y de fijación. acaso al año y medio despertaba gritando: ‘amoooón!!, amooooón!!’ porque su madre, con toda la crueldad de que era capaz, le daba a chupar jamón serrano, del que dejaba una tirita insípida y transparente. a los tres años decide, por ejemplo, que no quiere más fiestas infantiles, con todos esos niños correteando y todos esos odiosos adultos a los que debe abrazar, pero decide también, si es posible, que se siga preparando en casa una comilona (para mamá, papá y hermanita) que incluya lentejas en cualquier forma, cochina pibil, bisteces en pasilla, flan napolitano… al poco tiempo, cuando le pregunten ¿qué quieres de cumpleaños?, dirá: ir a comer al prendes o al dos puertas (viejos templos perdidos), donde probará su primera copa de vino. la revelación lo inquieta: ¿qué diablos es esto y por qué me lo enseñan hasta ahorita? con el paso del tiempo aprenderá a ir solo a restaurantes, a mercados o a alcanzar bicicletas con canastas de tacos, porque odia al pobre diablo, mujer u hombre, que se atreve a decirle, con cara de asco, frente a un morro perfecto o una pata de mula en un puesto olvidado cerca de la merced: “¿¡te vas a comer eso?!”

el verdadero glotón es un orate. tony bourdain, por ejemplo, se comió la otra vez el recién extraído corazón palpitante de una cobra y, en otra ocasión, le arrancó a mano los güevos a un cabrito, en una noche del desierto, porque él debía hacer los honores; después, compartió con una familia inuit un manjar de foca blanca, cachorrita y cruda, bigotes, hígado, riñón, ojos, que hay que chupar “como un pezón”. en un pueblito entre pinotepa y oaxaca el verdadero glotón se baja del camión a comer algo. en un puesto blanco le dicen: son tacos de perro. atrás, en un corral, lloran perros aún jóvenes. déme tres. el glotón no entiende la diferencia de clase entre el pulmón, el hígado, la lengua, la papada, el lomo de un cerdo. ¿y el recto? venga. las diferencias, para él, son de textura, de intensidad de sabor, nada más. no tiene fobias, salvo lo malhecho o lo podrido.

el verdadero glotón ríe, desde el fondo de sí mismo pero también hacia fuera, con una gran hamburguesa en la mano, de preguntas como éstas: “¿comes cuando no tienes hambre?, ¿te das parrandas de comida sin razón aparente?, ¿dedicas demasiado tiempo y atención a la comida?, ¿anticipas con placer y expectación los momentos en que puedas estar solo para comer?, ¿planeas con anticipación estas parrandas secretas?”, preguntas que prometen 12 pasos para liberarlo de la horrible culpa de la explosión de los sentidos, porque sabe que su respuesta, si alguna vez distrajera su atención de la comida, será un gran sí vindicatorio y feliz. (quienes lo escarnecen creen que el verdadero glotón está solo y vive en un mundo atroz. lo cual es cierto: pero, gran obviedad, todos estamos solos y el mundo es descortés para cualquiera.)

el verdadero glotón leerá estas palabras de david de jorge y h. etxeberria: “quienes dicen velar por nuestra salud, por nuestra integridad, son aquellos que envían a la guerra a nuestros hijos, nos enfocan con sus cámaras mientras acariciamos a nuestras chicas. lo que más nos gusta es el microbio, la podredumbre, aquello que se descompone y en su decrepitud, estimula nuestro olfato y nuestra vida. ¿nos quieren convertir en longevos cuerpos inmortales para que no dejemos nunca de pagar impuestos? aborrecemos esta cultura de la asepsia, de la higiene, de la corrección mental: nos gusta chupar la cabeza de un besugo, comernos las tripas asadas de una becada, lamer la corteza enmohecida de un queso enfermo, bebernos el jugo de una cepa podrida, intoxicarnos con sabia insensatez, envenenarnos para morir más felices. cojones.” las leerá y sabrá, interminablemente, que, al menos en esto (salvo que para el verdadero glotón no hay nada más que esto), él tiene la razón.


aparecido, en parte, en la jornada


drunk, that's all 0.2

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...pero ni todas las drinking songs del mundo nos prepararon para josé alfredo el domingo pasado, perseguido por las esquinas del centro. tú les tomabas fotos a los letreros de las calles, a los focos, a tu reflejo en los charcos de la ciudad nublada. (yo no me acuerdo qué hacía; verte, supongo.) lo hallamos en la ciudad de león, en el eje central a la altura de garibaldi, bajo la forma de una rocola inagotable. lentamente, como una inyección de veneno espesísimo, se nos fue metiendo en el cerebro. “tómate esta botella conmigo y en el último trago me besas: esperemos que no haya testigos, por si acaso te diera vergüenza”; o: “se me doblan las piernas de sueño, dame pues otra mugre botella, pero dime que tú eres su dueño y brindemos contentos por ella”; o: “esta noche le doy serenata, no me importa perder o ganar, esta noche le canto a la ingrata tres canciones que l’hagan llorar: si me matan al pie de su reja a lo macho me harían un favor”. eso no es poesía, pensamos, y teníamos razón: es otra cosa, más inmediata, más ronca y más pobre. regresamos andando a la casa, que nos pareció lejísimos; al llegar nos echamos en el suelo –“no me digas que voy a perderte, no me quieras matar, corazón” me sonaba en la cabeza–, íbamos a hacer el amor, supongo, pero al final nos arrepentimos. tomaste un par de fotos más pero salimos borrosos o viendo hacia otro lado. como los dos sabemos, el corazón es una jerga jodida y apestosa que debemos lavar con alcohol.



las partículas elementales


“a los diez años había aventurado una ‘cita’. llevó a mónica al bella época a ver más corazón que odio de john ford, una película que ninguna mujer, de diez, veinte o treinta años, podría disfrutar. él, al día siguiente, se masturbaba pensando en mónica, en natalie wood e incluso en john wayne. ese chico, a qué negarlo, estaba relacionado con el adulto devorado por el deseo en que luego se convirtió. había tenido una infancia penosa y una adolescencia muy por debajo de ese digno adjetivo. pero, seamos francos, a los treinta y tres años todavía estaba lejos de la muerte. ¿qué le quedaba por vivir? quizás algunas mamadas por las que, bien lo sabía, pagaría cada vez con más facilidad. una vida así deja poco espacio para el recuerdo. a medida que sus erecciones se volvían más difíciles y cortas, alonso empezó a dejarse vencer por un alivio decididamente cómodo.”


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r. adams : love is hell


la metamorfosis


“al despertar, luego de una noche de alcohol y muchas drogas, alonso ruvalcaba se halló en cama convertido en un espantoso insecto.”


plan sexenal



  • EL PROFILE (COMPLETO)
    BREVE MANIFIESTO ANTROBIÓTICO

    THE SPECTATOR

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    DANZA CON LOBOS

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    ERECCIONES Y HUMEDADES LAS QUEJAS DEL JOVEN WERTHER PURA POESÍA TRADUCIR/SER OTRO DRUNK, THAT'S ALL GLOTONERÍAS ANYBODY FANCY A LINE? LA LISTA ANTROBIÓTICA

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