contra modales

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I
Si no el exterminio (bueno, sí), el ser humano merecería cuando menos un estatequieto colectivo. Asistimos quitadísimos de la pena al empuercamiento de la tierra o contribuimos a él encantados de la vida (sale volando un mega vaso macdonalds por la ventana del coche), podemos ver sin pestañear a un tipo enfundándose billetes hasta por el ano, la anulación de Beirut por Fox, el final de Bailando por un Sueño en el dos pero, eso sí, no hables con la boca llena y baja los codos de la mesa: a la hora de comer resulta que somos finísimos.

II
En Petronio Arbiter, viejo favorito de Nerón, leemos que los invitados al banquete debían descalzarse para que los esclavos se hincaran a lavarles los pies. Razonable. Hay que estirar un poco los términos: esos mismos esclavos debían gatear para recoger huesos, pellejos o conchas lanzados al suelo por los comensales (no pensarás que había que dejarlos ahí sentaditos junto al plato, ¿o sí?), y era bien visto que los más bellos, venidos del Asia menor, se dejaran crecer el pelo para que los patrones se limpiaran ahí los dedos grasientos. Que te pudieras llevar uno de estos muchachos a casa para practicar en sus orificios tu postre ya era cosa de pura gente bonita. Borges apunta que para el confuciano, al recibir la primera copa, es deber adoptar un aire grave, y al recibir la segunda un aire complacido y feliz. También es divertido el montonero ritual de las cenas de Moctezuma, que Bernal Díaz, siempre presto a la denuncia en buena prosa, relata con cara de estupor en su querido volumen. Primero le sorprende que le prepararan “más de trescientos” platillos, y cuando sus mayordomos le mostraban el bufet y “de qué aves y cosas estaba guisado” (guajolotes, insectos, tapires), el respingado tlatoani no salía a verlo y si salía era “como por pasatiempo”. Cuatro mujeres “muy limpias y muy hermosas” le daban agua en la boca y le recogían la baba con jicaritas. En cuanto Moctezuma comenzaba sus sagrados alimentos le ponían enfrente una como puerta de madera pintada de oro, pues no era de buenas maneras verlo comer. Aclara Bernal que, mientras comía, “ni por pensamiento se podía hacer alboroto”.

Sí: Moctezuma, oh jarrito de Tlaquepaque, pero también el pasmo de Bernal es vil paja en el ojo ajeno. Las costumbres en la mesa del Renacimiento suenan tan excéntricas como las mexicanas (y, además, Bernal estaba de viaje, más o menos: un poco de comprensión de turista se le hubiera agradecido). Para probarlo anda por las librerías el Codex Romanoff, que muchos atribuyen a Leonardo. Ahí hay, por ejemplo, en forma de denuncias, una lista divertidísima de hábitos cultivados en las mesas de entonces. Parece una petición razonable aquella de que el invitado no ha de poner la pierna sobre la mesa o tomar la comida del plato del vecino antes de pedirle consentimiento, pero se empieza a entrar en el terreno de lo meramente extraño con ésta: “ningún invitado ha de adiestrarse en hacer nudos en la mesa”, del ridículo con ésta: “no ha de poner los ojos en blanco ni hacer caras horribles”, del peligro con ésta: “no ha de dejar sueltas sus serpientes en la mesa” y del franco delirio con ésta: “no ha de prender fuego a su compañero mientras permanezca en la mesa”.

A la pobre de Alice todo el tiempo le están reprimiendo alguna cosa. Este poema de Raleigh (el del fin del siglo antepasado) es encantador,

Attend my words, my gentle knave,
And you shall learn from me
How boys at dinner may behave
With due propriety.

Guard well your hands: two things have been
Unfitly used by some;
The trencher for a tambourine,
The table for a drum.

We could not lead a pleasant life,
And ’twould be finished soon,
If peas were eaten with the knife,
And gravy with the spoon.

Eat slowly: only men in rags
And gluttons old in sin
Mistake themselves for carpet bags
And tumble victuals in.

The privy pinch, the whispered tease,
The wild, unseemly yell –
When children do such things as these,
We say, “It is not well.”

Endure your mother’s timely stare,
Your father’s righteous ire,
And do not wriggle on your chair
Like flannel in the fire.

Be silent: you may chatter loud
When you are fully grown,
Surrounded by a silent crowd
Of children of your own.

If you should suddenly feel bored
And much inclined to yawning,
Your little hand will best afford
A modest useful awning.

Think highly of the Cat: and yet
You need not therefore think
That portly strangers like your pet
To share their meat and drink.

The end of dinner comes ere long
When, once more full and free,
You cheerfully may bide the gong
That calls you to your tea,


pero también es una pasadez de lanza: no bostezar, no traer al gato, no andarse picando, no secretearse (en casa de mi abuela agregaban “El que come y canta loco se levanta”, uta madre)…[1] Un poco de distancia, y es fácil ver lo escandaloso de la conservación de los modales de mesa. En Japón es grosero tomar los palillos con los cinco dedos, en Vietnam lo es recibir un plato con una sola mano. En muchos países hay restaurantes que no te dejan entrar si no traes saco y corbata. (Marco Polo aclara en Il Milione que Kubilai Kan exigía que a sus cenas, en febrero, sus miles de invitados fueran vestidos de blanco.) En Starbucks se acostumbra gritar tu orden cuando está lista: “¡Frapuccino helado de mango doble crema para Paola en la barraaaaa!!!” Ridículamente, en Villa Coapa, por lo menos hasta hace poco, se aleccionaba a los niños a no tomar agua durante la comida, sino hasta el final (?); en Satélite persiste la absurda costumbre de enseñar a tomar el tenedor con la izquierda para cortar el trozo de comida y cambiarlo a la derecha para llevarlo a la boca; en todo México miramos con lástima al pobre diablo que se atreva a comerse un taco con cubiertos.

IV
Así somos: adoramos la rapacería y la culerez, pero odiamos que se nos quede un frijol en el diente o que piensen que no sabemos para qué chingados es ese raro tenedor. Yo, por lo pronto, les digo su ai se ven a los modales. Empezaré por comer tacos con cubiertos, pondré los ojos en blanco, haré caras horribles, dejaré mis serpientes en la mesa y les prenderé fuego a mis compañeros. Ya sabes a lo que le tiras.

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[1] nota. El sexo tampoco está bien visto. A M. y a mí se nos acercaron en Mosaico para decirnos: “A las señoras les molesta lo que están haciendo, ¿les podemos dar su cuenta?”; en el patio de San Ángel Inn un mesero me pidió subirme los pantalones y a R. bajarse la falda; en la Portales nos detuvieron un segundo antes de la exposición total: “es un lugar familiar”. (Al Gillow de plano no volvieron a dejarnos pasar.) Lugares donde sí se puede comer y coger o siquiera masturbarse: Zinco, el sótano de Cinq en Alfonso Reyes y Karisma, horrendo localito de Campos Elíseos que gusta de hacerse de la vista gorda.


[versión 2.0]

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hoy, después de los tumores, de la operación, de los estertores, murió U. lentamente, haciendo un ruido así: hummmmm, hummmmm. con una mano yo le sentía un pulmón. en la otra tenía las römische elegien de goethe, que he estado cargando en estos días; pensé en él, enamorado y viejo en roma, exigiéndoles a las piedras y a los palacios que le contaran su historia: saget, steine, mir an, oh sprecht, ihr hohen paläste, y pensé en ti y en tu cuerpo, y en mí contando sílabas con los dedos sobre tu pierna. por suerte, esta ciudad está llena de alcohol y hay tantos dílers que, si escupiera por la ventana, mi gargajo bien podría caerle a uno.

siempre es el fin del mundo en algún lado. ojalá que un amigo mío esté cogiendo ahorita.


trino vs antrobiótica

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[misc]


Uno. ¿Será que los sonetos sobre desastres se pondrán de moda?
No, pero
éste es uno y éste es otro.

Dos.
Blogs of “note”, el remix [actualizado].


plath



motolinía

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[antes, claro, de que aparecieran rochillito, gabo y el negro
a subvertir aquel delicado equilibrio; antes de las noches de moto.
el mundo estaba a punto de nacer. o de acabarse: qué se yo.]


  • EL PROFILE (COMPLETO)
    BREVE MANIFIESTO ANTROBIÓTICO

    THE SPECTATOR

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    DANZA CON LOBOS

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    ERECCIONES Y HUMEDADES LAS QUEJAS DEL JOVEN WERTHER PURA POESÍA TRADUCIR/SER OTRO DRUNK, THAT'S ALL GLOTONERÍAS ANYBODY FANCY A LINE? LA LISTA ANTROBIÓTICA

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