Sobre mojado II
spat Thursday, December 01, 2005 by alonso ruvalcaba | mándalo por mail 
I
A través de la carretera, detenidos en pueblitos cuyos nombres olvidamos de inmediato, la lluvia nos siguió a nuestras vacaciones, y se estacionó sobre nosotros y no se ha ido. Nos asomamos a la ventana y nuestros ojos no alcanzan a ver mucho más allá de la alberca gris, de las tumbonas, el bar de afuera está cerrado, nadie pasea por el hotel, como si todos hubieran sabido que la lluvia venía con nosotros… Ya no me acuerdo cómo éramos cuando éramos felices pero seguramente no nos parecíamos a esto. Antes, tal vez, la lluvia nos hubiera salvado. “Algo parecido a la felicidad ocurrió una mañana –escribe un hombre de Tebas Hekatómpilos–. Llovió, con lentitud poderosa.” Aquella noche del desierto había sido de fuego, “soñé que un río de Tesalia (a cuyas aguas yo había restituido un pez de oro) venía a rescatarme; sobre la roja arena y la negra piedra yo lo oía acercarse; la frescura del aire y el rumor atareado de la lluvia me despertaron. Corrí desnudo a recibirla. Declinaba la noche; bajo las nubes amarillas una tribu, no menos dichosa que yo, se ofrecía a los vívidos aguaceros en una especie de éxtasis.”
No es ésta aquella lluvia salvadora, ni la lluvia del poema de Hughes, donde la salvación (Fate, al menos esta vez) se parece al amor
cuarenta y nueve veces
multiplicado, al estallido
primero de las nubes que devora
la sequía de agosto
cuando la cuarteada tierra entera parece
trepidar y tiemblan todas las hojas
y todas las cosas, llorando, alzan los brazos.
Aquí nada alza los brazos a recibirla: nos recubrimos, animales enjaulados con nosotros mismos, en el cuarto blanco y gris, alfombras, muebles, cobijas, minimalismo monacal (odiamos de pronto estos hotelitos carísimos). No llueves tú como antes, cuando el mundo era una madrugada pluvial que tú quisiste compartir conmigo, y tu falda era de agua,
tus labios, tus cabellos, tus miradas,
toda la noche llueves, todo el día
abres mi pecho con tus dedos de agua,
cierras mis ojos con tu boca de agua,
sobre mis huesos llueves, en mi pecho
hunde raíces de agua un árbol líquido,
ésta es la lluvia que sucede aquí, ahora mismo, y lo oscurece todo (dice Pellicer que la cabellera de la lluvia vuelve morena “la tarde que era rubia”), no es la lluvia de Borges:
Bruscamente la tarde se ha aclarado
porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
que sin duda sucede en el pasado.
No es la lluvia que, dice Kavafis, repite la algarabía de los niños en sus casas, ni la que cae juguetona en el poema de Tablada, ni la reckless rain que Sandburg quiere restituirles a los niños de Chicago.
II
Ésta es la otra lluvia. La lluvia que sucede dentro del hotel, dentro de las casas y de las iglesias, la que no nos deja ir a ningún lado porque afuera llueve también una lluvia funeral:
una lluvia terca no permite
sacar el ataúd a las calles rurales;
es la lluvia eterna, la que sigue para siempre
cayendo en la noche umbrosa,
desbaratando los nidos
y deshojando las rosas,
ésta es la Lluvia con mayúsculas, la del presente y el futuro (¿o es que siempre estuvo lloviendo? no me acuerdo ya), allanadora de la gran cerca magistral de Sandburg:
Passing through the bars and over the steel points will go nothing except Death and the Rain and To-morrow,
acompañada sólo de la Muerte y de Mañana, y es la que llueve, urbana, sobre cadáveres, y la que ha vuelto ésta una tarde
como una alcoba submarina
y ha oxidado la voluntad. Es la lluvia interminable que siempre llueve dentro de nosotros, que cae en el pensamiento y escurre de él como en el poema de Pessoa
cai chuva do céu cinzento
que não tem razão de ser.
Até o meu pensamento
tem chuva nele a escorrer,
lluvia que cae de un cielo ceniciento y no tiene razón de ser, lluvia
que tamiza
lenta ceniza dentro del alma
y justo cuando comprendo que del baño sale agua hacia el cuarto, que el cuarto está anegándose, y el hotel, que ésta es la lluvia del fin del mundo en las últimas vacaciones del tiempo, justo cuando recuerdo a Verlaine, antigua amiga mía,
Il pleure dans mon coeur Comme il pleut sur la ville,
amiga perdida para siempre, que te he sostenido tantos y tantos años del mojado hilo de los celos y de la muerte solitaria y unánime, me dices: Está lloviendo mucho, Alón, ¿y si mejor nos regresamos?
Me recordaste a mi Eliot:
In this decayed hole among the mountains
In the faint moonlight, the grass is singing
Over the tumbled graves, about the chapel
There is the empty chapel, only the wind's home.
It has no windows, and the door swings,
Dry bones can harm no one.
Only a cock stood on the rooftree
Co co rico co co rico
In a flash of lightning. Then a damp gust
Bringing rain.
Ganga was sunken, and the limp leaves
Waited for rain, while the black clouds
Gathered far distant, over Himavant.
The jungle crouched, humped in silence.
Then spoke the thunder
DA
Datta: what have we given?
(y así hasta el final que tanto nos gusta).
Siempre celoso, CED.
uf, si el texto sirve para recordarle eliot a alguien, pus ya todas las colegiaturas que pagaron mis papás se pagaron solitas.
Alonso:
A mí, tus líneas no me han recordado a Eliot. A cambio, me han traído a la cabeza el Diluvio, capaz de llevarnos a recomenzar desde cero, a reemprender lo que hemos dejado que se estropee. (¿Cuántas veces querríamos echar mano de una maniobra así?)
También me han devuelto a Brodsky, describiendo aquella Venecia a la que -como tantos, como todos- tanto amó: ciudad de piedra, quimera caliza poseída por el agua.
Me han encaminado hacia Macondo, para sentarme a ver las gotas formar charcos, los charcos formar arroyos, los arroyos formar ríos...
Me han recordado la prodigiosa cualidad mimética de la lluvia, que te permite llorar sin que alguien deba enterarse de que lo haces, acuático embozo para tus desventuras.
Y, definitivamente, me han llevado hasta la conclusión del efecto pluvial, descrito en aquella frase de Tagore:
Yo soy el viento del monzón,
ya sin lluvia:
¡pero miren los arrozales a mi paso!
Gracias por todo ello.
La lluvia me hace pensar en las cosas que ya se fueron, en los cuerpos que jamás voveré a acariciar una tarde, los cuerpos en los que no podré recostarme y quedarme dormido, las sonrisas que no me costó trabajo perder, los amigos detrás de tanta agua. También en mi infancia y en algunas ocasiones en que he llorado porque algo, no sé qué, se llevará la lluvia para jamás devolverlo.
Alguna vez, en alguna parte, leí el comentario que alguien hacía en el sentido de que sería necesario inventar un lenguaje nuevo, porque el de palabras que empleamos ya estaba demasiado gastado. Sin embargo, ahora que he leído a manuelito y su primavera, pienso que hay que concederle una oportunidad más a este viejo conjunto de signos: aún cuando se volvió lugar común aquel asunto de que una imagen dice más que mil palabras, creo que en esas ocho palabritas de "if winter comes, can spring be far behind?" cabe un aleph de imágenes.
Buen día.
gracias por el comment extra, querido arturo.
à propos: yo también he leído en algún lado que hay que inventar un lenguaje nuevo. y por supuesto que disiento: ¿de qué nos puede servir un nuevo lenguaje si las cosas del mundo son limitadas? tarde o temprano íbamos a acabar de nombrarlas todas (como sentimos que ya acabamos ahora). qué chiste. lo que habría que hacer es ver nuevos símbolos en las cosas, que los signos estén en movimiento. eso, obviamente, es la chamba de la poesía. (bueno, no: de los poetas.)
parecerá extraño, pero si hoy alguien me pidiera que le propusiera un título para sitcom, sería:
¿y dónde está marichuy?
querido adictum, me recordaste aquella
terca sílaba de sangre
que suena en las sienes en el poema de paz.
manuelito
Ni al caso, tal vez, pero con tu texto recuerdo una escena de Generación X, cuando la actriz porno se va y deja a su amante... y no me acuerdo si llueve o no, pero si no llueve debería.
La lluvia me recuerda a todas esas despedidas que, en la realidad, fueron más burdas, pero que en mi memoria permanecen como algo húmedo, frío, envolvente, triste y bellísimo a la vez...
Me gusta caminar bajo la lluvia leve, brincar en los charcos, cantar Singing in the rain como Alex DeLarge...
Me gusta el color gris que toman las ciudades cuando llueve, beber café mientras las gotas se estrellan en las ventanas, hacer el amor mientras los relámpagos parecen tirar el cielo y correr con los pies descalzos y llenos de lodo por el campo mientras el agua choca constante con mi piel, como cuando era más chiquita que ahora y esperaba la lluvía fría de las montañas de Guatemala... aunque después me enfermaba, siempre valía la pena.
Gracias por despertar eso.
Un beso.
Me gusta la lluvia en las tardes aireadas, grises y frías de septiembre.
Alon, te agradezco haberme hecho sentir nostalgia, añoranza, de la lluvia intermitente una mañana en Dublín, mientras caminaba sin rumbo fijo por la gris ciudad; no se cuántas veces habré cruzado el Liffey sin apenas sentir las gotas. Que ganas de estar allá.
Un abrazo
gracias a ti, marichuy, por devolverme ese querido río, y a ti, mónica, porque ya me dieron ganas de ir a guatemala...
querido miguel, regresaste!
bienvenido pues. un gran abrazo.
Amigos:
¿No les ha servido este tema de la lluvia como esa agua lustral que de pronto ocupamos?
Tal ha sido mi caso; quizá el de alguien más.
Gracias, Alonso, por jugar a ser Ariadna, y brindarnos una punta de madeja para caminar por el laberinto con un poco más de seguridad.
a mí sí, arturo, a mí sí
En este preciso instante debería estar lloviendo. Eso acompañaría a la perfección el estado de ánimo, mitigaría las frustraciones, acompañaría las nieblas.
Debería llover en otro lugar para acompañar a la tormenta en mi cerebro.
Guau! Lo extraño de esto es que lo escribiste en Diciembre... bendito calentamiento global.
weno ps esla aprimera vezke
rain down rain down come on rain down on me, from a greit heigh from a greit heigh, naaaa naaa, that´s it sir you´re leaving the creackle of pigskin the dust and the screaming the yuppies networking, the panic the vomit the panic the vomit, GOD LOVE HIS CHILDREN, GOD LOVE HIS CHILDREN, yeah! tun tu tu turu tun tu turu tu tu
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