Breve introducción a A. Lowdersome

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Why, you’re only a sort of thing in his dream!
Carroll, Through the looking-glass, IV

Omnia plena illius
En la Orientalistischen Literatur Zeitung del segundo semestre de 1906 que encontré en casa de ese como tío que es Vicente Quirarte leí, hace años, a Leopold Messerschmidt, célebre por descifrar la palabra “ciudad” en las tablas de Tell El-Amarna, confesar en un acto contrito de su artículo Zur Technick des Tontafelschreibens que nada hubiera logrado sin la ayuda del poeta galés –gran poeta, según su propio adjetivo– Alyn Lowdersome, quien se unió (sigue el buen Leopold) a la primera expedición de Hugo Winckler a aquella ciudad en el último cuarto del siglo XIX. Lo extraño es que en ninguna de las bitácoras de Winckler se menciona a este poeta, filólogo y descifrador. Fácticamente, de aquella expedición sólo Anton Moortgat parece recordarlo –Die Hethiter (Berlín, 1948)– y apenas para propalar algunos denuestos nada urbanos: plagiario, alucinado, hasta tontito. El artículo de la Wikipedia también se ve paupérrimo.

Estos detalles me ocurren porque el amabilísimo Michael Quinion, lexicógrafo voluntario del Oxford y autor de
World Wide Words, me envió por paquetería una fotocopia de un ejemplar la vieja revista literaria irlandesa Eyes on Earth (agosto, 1896), y entre los poetas antologados ahí (póstumamente) está el inasible Lowdersome. Cuyos encontramos algunos datos biográficos y siete poemas: leía dieciséis idiomas; trasladó el Mantiq al-Tayr; pasó su infancia en El Cairo; sólo escribió dieciséis poemas (“de irregular extensión” dice el anónimo colaborador) y los únicos publicados (“hasta el momento”) eran los siete de Eyes on Earth que, por cierto, aparecieron con una infiel traducción al inglés que el propio Lowdersome había traspapelado. Interminablemente más extraña es esta revelación: “Lowdersome ejercía a la vez el cristianismo, el hinduismo [nota 1: en el Bhagavad Gita leemos, por ejemplo: Soy el fuego sagrado y la ofrenda que se hace en ese fuego (IX, 16); en mi opinión, los últimos poemas del lector de sánscrito Lowdersome, como se verá, serían impensables sin ese texto], la fe del Islam y el culto celta de los árboles.” [nota 2: Acaso como un oportunista que se congratula con los diversos creadores; acaso como un avaro al que un solo dios le parecía algo pobre; acaso porque pensó: Si Dios está en todas las cosas, también estará en todos los dioses; todos los dioses son atributos Suyos; sólo adorándolos se adora a Dios, el Verdadero.] Nada apuntan sobre la expedición a la ciudad hitita, ni para bien ni para mal. Se suicidó el primero de abril de 1894, día de su quincuagésimo cumpleaños.

Y ya. Sin otro comentario, mientras trabajo en los otros seis poemas, he aquí en un español menesteroso, que nunca alcanzará la ominosa sonoridad de los ásperos versos galeses, el último y más breve de los que escribió, el más semejante a algunos poemas arbolados que Graves recoge en
The White Goddess, el

Poema XIV

Antes que hubiera sol y que hubiese agua
Miraba ya la Nada desde lo Alto.
Fui viejo en la tutela de Hattusil;
Lluvia fui, mojé cien veces Carquemis.
Fui el cíclope, y quien dio al cíclope muerte,
La lanza que cruza el aire, y la frente,
Y el ojo que ve el cielo por vez última.

Escribí Venerable antes de Beda,
Y era yo cada letra y la Palabra:
El Grabador, también la roca negra.
Soy el viento, el árbol que resiste
Y dos hojas que rozarán la hierba.

¿No fui creado del rabioso Almendro
En la distante víspera del Tiempo?

Soy el Tártaro, quienes lo han poblado;
Si mil batallas hubo, se libraron
En mi Nombre: sí, fui yo la desnuda
Espada, mas también el bravo escudo,
Y el pecho desgarrado y la final
Gota de sangre. Los ojos cerrados.
Acaso soy cada hombre que ha perdido.
Postdata del 28 de diciembre de 2005. Algunas oscuridades de este texto, ante ciertos ojos eruditos, lo han acusado de central falsedad. Al dueño de esos ojos le pregunto: ¿es más real una caricia que el recuerdo de la mano ansiada? Si en un sueño te abandonan, ¿no conoces ya lo que Wilde llamó el sentido y la belleza del dolor?


De navidad

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Santa Clos es Dios: no sólo me trajo una loción y una máquina de escribir Olivetti de las viejitas sino que incluyó el alucinante Power Text Translator & Generator 2.06 de Microsoft que, si todo va bien, me ayudará a terminar en julio de 2006 la maestría (a distancia) en filología comparada de la Complutense. Para ponerlo a prueba, decidí comenzar con algo fácil e interminablemente reconocible; el Hombres necios de la hermanita Juana de Asuaje. Introduje el principio en el espacio OV (original version),

Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis,


clic en translate [spanish to english] y he aquí el fidelísimo resultado:

Foolish men who you blame
the woman without reason,
without seeing that you are the occasion
of just like you blame.

Para entender bien a bien qué me quiso decir el PT&TG con esa sintaxis entre miltoniana y spencerita, le pedí que, si era tan amable, me devolviera su traductio al español; hela aquí:

Hombres idiotas que culpó
a mujer sin razón,
sin ver que usted es la ocasión
de justo como usted culpa


y me gustó muchísimo su capacidad para multiplicar sujetos, cambiar de registro hacia la formalidad (ese usted es sensacional) y hasta de considerar el conteo octosilábico en el último verso: De justo como usted culpa. ¿Si le entró a los griegos, a los latinos, a los negro spirituals y a los españoles, por qué diablos Yourcenar nunca tradujo a sor Juana? El PT&TG resuelve el problema:

Hommes absurdes que Vous avez blâmés
à la femme sans raison,
sans voir que vous êtes l’occasion
de la Droite comme vous blâmez,


y cambia, deliciosamente, los sujetos de la culpa: aquí son los hommes absurdes (¡cuánto Cioran, cuánto Camus hay en ese adjetivo!) los culpados (blâmés) por un Usted con mayúsculas. ¿Quién puede ser ese Usted? Dios, el Vacío, le Néant... ¿Y qué tal ese extrañísimo viraje: vous êtes l'occasion / de la Droite? Así, de plano: “Usted tiene la culpa de la Derecha.” (Monsieur le ministre Sarkozy sonríe desde su oficina.)

El translator hace todo. Incluso le puedes pedir (por decir algo) que te vuelva cualquier texto cockney (el dialecto de Londres), como el Hombres necios que él mismo había generado. Esto me devolvió:

Foolish men, right, 'oo blame
the bloody bint wivout reason,
wivout seein' that yor the occasion
of wot yer blame.

O que lo transforme en jive (dice el OED: A variety of American English associated with the Harlem area of New York):
Ya foolish dudes who blame
honky chicks widout reason,
widout seein’ dat ya’ is de occasion
uh whut ya’ blame.
Yendo más lejos, el PT&TG “generó”, con un clic y un par de datos, un largo ensayo posmo de crítica (¡con cuerpo bibliográfico!) que usaré en el próximo fin de semestre. Empieza así:

Father Núñez, the best critic and prime tutor of Juana de Asuaje, uses the term “materia de este enojo” to denote the role of the participant as artist. Let us look into it: the subject of Hombres necios is contextualised into a poststructural desituationism that includes narrativity as a totality. Thus, in Hombres necios, Juana affirms a new, revitalised nihilism...

Que ni qué: el Power Text Translator & Generator 2.06 de Microsoft ha enriquecido mediante una técnica nueva el arte elemental de la lectura. Esa técnica puebla de aventura los libros más de güeva. Leer a Sor Juana como si fuera una musulmana de les banlieues de París, tratar de entender a un Borges oscuro y enteramente cockney, ¿no es una suficiente renovación de esos tenues avisos espirituales?

ps. La Complutense acepta la traducción de un volumen (con notas) como tesis de maestría. Joyce, ai te voy.

actualización bailicaliente. Hay novedad de los cochinitos: para la cerradera de año, para quienes se revienten el hígado y la nariz el treinta en Motolinía, para los que no, para quienes estudian inglesas, y sobre todo para los que no. Para Rochillito, Rovanpera, Davidson, Tlacuiloco, Tonatiuh, Charp, Tormentas, Guhz, Manuelito, Adictum (que tomó la foto) y para los que se nos olviden. Es la dawn song (el alba) de Shakespeare pero con una variante: Julieta nació hacia 1925 en una familia redneck hiperprotestante de Tucson, Arizona, y al pobre Romeo lo dejaron por esa misma fecha en un orfanato cockney y apestoso de Whitechapel, Londres. Clic y adiós.


Poema IV


Mediolvidado y decididamente perdido detrás de otros libros, Les Charités d'Alcippe de Yourcenar regresó con las vacaciones y las horas gastadas frente al librero. Éste es el cuarto de los siete poemas para una muerta. La traducción no respeta la constancia de los alejandrinos original (que aquí intercambio de repente con endecasílabos) pero es acaso un poquito menos infiel que aquella de Silvia Baron que empezaba así: Jamás de tu alma conocerás el viaje / comenzado en mi alma al despuntar el día... Va pues.

IV
Nunca sabrás que el alma tuya viaja
al fondo de ésta, manso corazón adoptivo;
que ni la edad ni el tiempo, que ni otro amor ni nada
impedirán jamás que tú hayas sido.

Que lo bello del mundo tu faz tiene,
de tu dulzura vive y con tu luz resplandece;
que el lago pensativo al fondo del paisaje
tu placidez repite únicamente.

Nunca sabrás que el alma tuya llevo
cual lámpara dorada que alumbra mi camino
y que algo de tu voz pasado ha por mi canto.

Dulce antorcha, tu rayo, dulce hoguera, tu llama,
me indican los senderos que has seguido.
Y tú vives un poco pues yo vivo.


Vida entre paredes

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En una sola cosa y en un solo momento me parezco a Leonardo da Vinci o a alguien que algunos filólogos estudiosos del Codex Romanoff suponen que es Leonardo. Él escribió por ahí: “He estado pensando en el pan y la carne. ¿Y si dispusiera una rebanada de pan entre dos trozos de carne?” Unos pliegos después se corrige: “He estado pensando de nuevo en el pan y la carne. ¿Y si dispusiera la carne entre dos trozos de pan? ¿Y cómo podría llamar a este plato?” Yo también, como él hace cinco siglos, tengo entre ceja y oreja un trozo de carne dispuesto entre dos rebanadas de pan. Hablo de ello con quien se deje, hago listas interminables, comparo fechas, he vuelto el sitio de la British Sandwich Association (BSA) mi página de inicio, esculco estanterías empolvadas, recorro las librerías de viejo, ensayo recetas igualmente viejas y empolvadas, leo hasta el Levítico (8:25 o por ahí) nomás para encontrármelo: “Después tomó la grosura del cabrito y la espaldilla derecha. Y del canastillo de los panes sin levadura, que estaba delante de Jehová, tomó una torta sin levadura, y una torta de pan de aceite, y una hojaldre, y las puso con la grosura y con la espaldilla.” ¡Uf! Y como, también. (Sobre todo como.)

Todo pan susceptible de cortarse y albergar un trozo de carne o, para el caso, cualquier comestible puede convertirse en un emparedado. La palabra es preciosa pero la
Academia, siempre a dieta, no se atrevió a agregarle su acepción glotona hasta hace poco más de un siglo. (Antes nomás decía: “Cualquiera de las personas devotas que se retiraban del mundo… a un emparedamiento”, y citaba por ahí estos versos de Quevedo:

Tú vives emparedado,
sin castigo ò peniténcia
.)

Cuando finalmente lo hizo, en 1869, fue al vil ai se va (creo; un filólogo me dirá si miento): “Lonja pequeña de jamón ú otra vianda fiambre, servida entre dos pedacitos de pan”, en realidad un emparedado es el conjunto de pan y fiambre, ¿no? En la ciudad de México la palabra nunca agarró. Preferimos decir sándwich, si viene en pan bimbo o “de caja” como decían las abuelitas, o torta, si en bolillo, telera o casi cualquier otro. La distinción permite ejercer el nunca sano nacionalismo. Por ejemplo, en esta frase que me encuentro en una Guía México Desconocido (#44, septiembre del 98): “La sencilla baguette francesa, el pepito, el magro bocadillo español o la hamburguesa poco tienen que hacer al lado de las tortas compuestas, cuyo origen es la ciudad de Puebla.” Uy, pues la verdad, así en el papel, depende de qué pepito (digamos) y definitivamente de qué torta. Un pepito de veras bueno, como el de la
Garufa, que se deja sazonar con el mejor chimi de la zona, sí se va dando un quién vive con las tortas compuestas sensacionales de la miscelánea San Juan, en Francisco Sosa (Coyoacán), que vienen frías, con queso de puerco perfecto, crema y, de sazón, cebolla encurtida y un chile inabarcable. Creo que el primer mexicano que escribió sobre pepitos fue Novo; dijo que lo “mordisquean los nocheriegos” y que el bolillo “encuaderna [feliz hallazgo] un filete de razonable magnitud”.

Novo era divertidísimo, genial a veces, pero de pronto patinaba feamente. En una enumeración entrepánica, ¿quién podría negarle su lugar al viejo jocho? Ese güey, que escribió: “También existe el hot-dog, pero no mancharé este libro con más que tomar nota de su inconcebible existencia.” Gran error. Yo encantado de la vida mancho este teclado con los jochos recién hallados del también condesero Village Café: vienen asados, gordos gordos, con aceitunas, en un híbrido de bollo y medianoche salpicada de ajonjolí. (Acá hay más
jochos para secuestrar a alguien.)

Los gringos han llevado el emparedado a niveles altísimos si no de arte sí, al menos, de artesanía.
El Reuben, creación de estilo judeo-neoyorquino que lleva corned beef, queso emmental y sauerkraut en pan de calabaza, nació, según dicen, en 1914, durante la filmación de un cortito de Chaplin; el Italian de Portland ha sido datado a 1902 y es como una torta ahogada –en aceite de oliva; el Dagwood es grande como una casa y se debe a un personaje de cómic, Dagwood Bumstead, “la más triste víctima de las circunstancias que ha existido”. (El cómic es Blondie.) El Hot Brown de Louisville, Kentucky –pechuga de pavo, jitomate asado, parmesano, tocino, salsa mornay y parmesano–, salvó a un hotel, y a un pueblo entero, de la desaparición. El Po’ Boy, que trae ostiones fritos, y la Muffuletta, que viene con una especie de tapenade, son de Nueva Orleáns; el Sloppy Joe, que suele acompañarse de papas fritas, es el más sencillo y acaso más entrañable de todos; el hoagie, que vino al mundo en tiempos de la primera guerra mundial, fue declarado en 1992 “The Official Sandwich of Philadelphia”… No voy a detenerme en la burger, cuyo panegírico está acá. Increíblemente, aún hoy hay quienes se atreven a decir que Estados Unidos carece de tradiciones culinarias. Allá ellos.
ps1. Algo parecido a este texto apereció en agosto en La Jornada. Clic.
ps2. Hay novedades cochinitas. Un cuarteto y unos haikús regordetes.


Intermedio con anuncios


I
He aquí, finalmente, el nuevo Antrobiótica. Detalles chingones: su negritud y el banner. Detalles pinches: los comentarios (o sea, el número que aparece junto al título de cada post) porque no muestran las fotitos y, al menos la primera vez que los usas, en las ventanas para el nombre y la url aparece algo así: BSUID=1; FRQSTR=18881986. Para que no vuelva a aparecer, sólo hay que picarle en el cuadrito que dice: acuérdate de mí. Si alguien sabe cómo diablos arreglar el código para utilizar los comentarios default de blogger, pues adelante, acá está: dale la arregladita. Obviamente, se aceptan sugerencias, rechazos y exigencias de todo tipo.
[Actualización: the kindness of strangers. Gracias (cañonas) a la Pausa inútil los comments de este blog ya quedaron arreglados. Podemos volver a ver las fotitos y cada quien poner sus pseudónimos, sus anónimos o nónimos como se le antoje. Smithers, le debo una gaseosa.]

II
La gran ventaja de hundirse, de que tu pareja te abandone o te ponga el cuerno, de que te vayas al carajo y quieras pararte afuera de su casa hasta que salga para poder hincarte o pedirle que te entierre más todavía el picahielos de la envidia es que, de repente y si corres con un chingo de suerte, puedes hacer algo como la versión que Mr Davidson se echó de I will de Radiohead. Son menos de dos minutos pero de una lentitud tan dolorosa que parecen diez o doce. (Como en el blog de Davidson muchos han tenido pedos para oírla, decidimos subirla acá, pero en mp3. Para bajarla, clic aquí o en el link de la columna derecha.) Escúchala con reservas y, de preferencia, con un escalpelo filoso a la mano. Adiós.


De memoria

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No dormir

No dormir en toda la noche, por el puro gozo,
sin contar ovejas, indiferente a las campanadas,
recibiendo (acogiendo) la conjura de los pájaros,
hijos del alba, que discuten como si nada
detalles imaginarios de su llegada inminente:
¿vestirá rojo, azul
o blanco puro? Lo que vista: gloriosa.
No dormir en toda la noche, por el puro gozo,
es privilegio de unos cuantos, y por fin se me ha dado a mí,
y ya ven: cuando me ría y me estire y salga disparado de la cama
voy a deslizarme por la escalera,
rozando apenas con mis pies la alfombra,
por mera cortesía,
porque (si quisiera) podría volar por la ventana
y posarme en una rama altísima,
aliada de los pájaros, que dulcemente murmuran entre sí.

Mar

Contigo por mástil y vela y estandarte
y ancla que jamás se arrastra,
el mar de la muerte, angosto pero opresivo,
no me parece innavegable.


Recogidos de una traducción perdida de Robert Graves. Sé generosa cuando los leas, antigua amiga mía, porque los escribí en la pared y en la banqueta, como te lo prometí cuando te quería (¡y tú a mí!) y bebíamos, sorprendidos de nosotros mismos, en el último bar del centro. Sal a la calle, rozando apenas con tus pies la alfombra, y alza la vista o mira al suelo.


Walt Whitman, &c

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I
Entre los ejercicios que me costaron trabajo y he perdido y cuya pérdida me duele están una traducción de cincuenta y cinco poemas de Graves que incluía una versión que me encantaba –extrañamente– de La realidad del acto (terminaba así:

la realidad es un lóbrego regreso a los principios del hombre,
es prueba de nuestra dureza, prueba de una voluntaria
y ciega aceptación del otro
como carne también
),

otra de los Sept poèmes pour une morte de Yourcenar (el IV no andaba mal) y una que tenía unos quince poemas de Whitman en plan expansivo y calenturiento. Hoy, diciembre de fe de erratas como es, me dio por recuperarlas. He aquí el primero de una serie de trabajos inconstantes que, segurísimo, abandonaré a la mitad –o mucho antes.

Whitman: A woman waits for me

Me espera una mujer. Lo contiene todo, nada echa en falta,
Mas todo faltaría si el sexo faltara o si la humedad del hombre exacto faltara.

El sexo contiene todo: cuerpos, almas,
Sentidos, pruebas, purezas, ternuras, resultados, proclamas,
Cantares, mandatos, salud, orgullo, y maternal misterio, leche seminal:
Toda esperanza y favor, toda dádiva, todas las pasiones, amores, bellezas, delicias de la tierra,
Todos los gobiernos, los jueces, los dioses, los caudillos de la tierra;
Estas cosas contiene el sexo como partes de sí mismo y justificaciones de sí mismo.

El hombre que me gusta conoce y reconoce sin pena la delicia de su sexo.
La mujer que me gusta conoce y reconoce sin pena la delicia del suyo.

Voy a despedirme ahora de las mujeres impasibles,
Voy a quedarme con la que me espera, y con las mujeres de sangre tibia que me son suficientes,
Veo que me comprenden, y que no me niegan.
Veo que me merecen: voy a ser su vigoroso marido.

No son ni un ápice menos de lo que soy yo:
Han bronceado su rostro vientos, y soles resplandecientes,
Su carne posee docilidad y fuerza divinas, antiguas,
Saben nadar, remar, cabalgar, luchar, tirar, correr, golpear, retroceder, avanzar, resistir, defenderse,
Son esenciales por derecho propio –quietas, claras, dueñas de sí mismas.

Las acerco a mí, mujeres,
No puedo dejarlas ir, quisiera hacerles bien,
Soy para ustedes, y ustedes son para mí, no sólo por nuestro bien sino por el bien de otros:
Envueltos en ustedes duermen bardos y héroes más altos
Y se niegan a despertar ante el roce de cualquier hombre que no sea yo.

Soy yo, mujeres, y hago lo que se me antoja,
Soy torvo, acre, grande, indisuadible, pero las amo,
Y no voy a herirlas más de lo necesario,
Derramo la substancia que da los hijos y las hijas ideales para los Estados, presiono con este músculo lento y rudo,
Me abrazo, desoigo toda súplica,
No me atrevo a quitarme hasta que deposito lo que se ha acumulado tanto tiempo dentro de mí.

A través de ustedes desaguo los sofrenados ríos de mi ser,
En ustedes ciño mil años por venir,
En ustedes implanto los implantes de lo más amado de mí y de América,
Las gotas que en ustedes destilo serán muchachas atléticas e encendidas, artistas, músicos, cantantes,
Los bebés que engendro en ustedes engendrarán bebés en su momento,
Y yo reclamaré de las expensas de este amor hombres y mujeres perfectos,
Esperaré que se compenetren con otros como ustedes y yo hacemos ahora,
Contaré con el fruto de sus baños impetuosos como cuento con el fruto de los baños impetuosos que doy ahora.
Recogeré la cosecha del nacimiento, la vida, la muerte y la inmortalidad que tan amorosamente planto ahora.

II

Un diploma, un día al principio de los ochenta, varios niños de blanco. El futuro, como siempre, ya estaba esperando. Clic.

III
Si las cosas marchan como hasta ahora, el próximo lunes Antrobiótica se levantará temprano, y después de depositar lo que tanto tiempo ha acumulado dentro de sí y darse un baño impetuoso, pero antes de que las gotas que destila alcancen a evaporarse del espejo, se verá muy distinta. Menos colorida, pero también un poco menos como tantas otras. A ver si sirve. (Y si no, pus nos regresamos.)


1997

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I have travel’d a long way merely to look on you to touch you
Walt Whitman, Out of the rolling ocean, 3

En el principio de la Vita Nuova se lee que alguna
vez enumeró en una epístola sesenta nombres de mujer
para deslizar entre ellos, secreto, el nombre de Beatriz.
J.L. Borges, Nueve ensayos dantescos, p. 158

Mayo

No importa tanto que hoy no estés conmigo
porque el aire, el mar, el sol y la lluvia,
el mundo todo, saben que tú existes,
o mejor, que ellos son para que existas;
que sería extraño que no fueras tú
la sorprendente meta de la Historia,
la milagrosa conclusión de todo;
de las bibliotecas y los eclipses,
de los ojos que se han demorado en el río,
en las rocas, en la espuma y en los peces,
de las palabras lentas del latín,
de las olas que han alcanzado una orilla,
de todas las partes y los progresos del alma,
de los ladridos y los llantos de los perros,
de las páginas felices de Shakespeare.
No importa tanto, pues, estar solo
porque yo sé, infinitamente,
que de acercar mi oído al pavimento
reconocería tus pasos y saludaría
por ti, otra vez, los trabajos de Dios,
de la Naturaleza y de los Hombres.

Junio

13 de junio del 97.
Sobre mi mano extendida,
sobre la palma de mi mano izquierda,
hay un trébol.
Tiene tres hojas. Su verdor es conveniente
pero no me recuerda los inasibles
ojos de una mujer que he amado
ni una laguna visitada en la infancia;
extrañamente, pienso ahora en John Donne,
que se propuso censar,
en un poema,
los infinitos progresos de un alma
y que afirmó —con imposible ánimo hindú—
que esa alma fue una emperatriz, un pez
escamoso, un árbol y una rama en un árbol.
Pienso en todas las cosas, las innombrables cosas
que ha sido este trébol; acaso fue un guerrero,
acaso una hormiga laboriosa; en sus posibles pasados;
en todas las cosas que el trébol ignora y que yo ignoro,
y pienso también en el triste y elevado destino de la Historia,
cuyo fin puede ser una hoja en la palma de una mano,
y en el no menos triste destino de un trébol,
cuyo fin puede ser un poema inútil
que los hombres, con justicia, regalarán al olvido.
Pienso esas cosas y sin querer, casi sin percatarme,
cierro la mano.


Julio

Hoy, la acción mínima de oler mis dedos
tiene el peso de la historia y de las cosas:
las ruinas en montañas y en la selva,
las ciudades olvidadas que pisamos;
los cascos de hombres que están muertos;
de murallas, de mapas y de ríos,
de duros versos en latín,
de los amados tercetos de la Commedia.
Todo eso, pero tiene asimismo el peso
de cada cosa que yo he visto;
cada forma y sensación que he descubierto:
el hermoso color de la madera,
la forma del círculo y del vaso,
el roce horrible de las piedras en mi cara;
el sabor de la uva y la respiración tierna de los perros;
el sonido que hace la gente cuando llora
y lo oculta, el tacto de otros dedos en mis piernas.
Hoy, si oliera mis dedos,
mi pasado, doloroso y feliz como el de todos,
regresaría hasta mí como avalancha
porque huelo a ti pero estoy solo.



Agosto

Hoy por la mañana fuiste a un volcán.
Sé con quién, aunque prefiero no mentarlo;
sin duda habrás visto la antigua nieve,
que no es otra que aquella que dejaron los daneses
cuando vinieron a conquistar Inglaterra.
Seguro sentiste frío, el mismo frío
que yo sentí una tarde del cálido agosto
de mil novecientos setenta y tres.
Es imposible que no te hayas tendido,
cobijada, sobre las piedras, que antiguos hombres
usaron para el escarnio, y que en mí,
de niño, dejaron esta cicatriz
que tantas veces te ha sorprendido.
Si regresas, no podrás negar que estuviste
frente al fuego, ese fuego que yo puedo encender
con un movimiento de la mano pero que a ustedes
les habrá costado toda una tarde:
una tarde hermosa en las faldas de un volcán,
el volcán que puedo ver desde mi casa,
un volcán sobre el que no pasa el tiempo
porque ni tú ni yo lo veremos cambiar nunca,
como a la Historia o a la carga de los siglos,

como al Universo, gigantesco y sin sentido.


Sobre mojado II

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I
A través de la carretera, detenidos en pueblitos cuyos nombres olvidamos de inmediato, la lluvia nos siguió a nuestras vacaciones, y se estacionó sobre nosotros y no se ha ido. Nos asomamos a la ventana y nuestros ojos no alcanzan a ver mucho más allá de la alberca gris, de las tumbonas, el bar de afuera está cerrado, nadie pasea por el hotel, como si todos hubieran sabido que la lluvia venía con nosotros… Ya no me acuerdo cómo éramos cuando éramos felices pero seguramente no nos parecíamos a esto. Antes, tal vez, la lluvia nos hubiera salvado. “Algo parecido a la felicidad ocurrió una mañana –escribe
un hombre de Tebas Hekatómpilos–. Llovió, con lentitud poderosa.” Aquella noche del desierto había sido de fuego, “soñé que un río de Tesalia (a cuyas aguas yo había restituido un pez de oro) venía a rescatarme; sobre la roja arena y la negra piedra yo lo oía acercarse; la frescura del aire y el rumor atareado de la lluvia me despertaron. Corrí desnudo a recibirla. Declinaba la noche; bajo las nubes amarillas una tribu, no menos dichosa que yo, se ofrecía a los vívidos aguaceros en una especie de éxtasis.”

No es ésta aquella lluvia salvadora, ni la lluvia del poema de Hughes, donde la salvación (Fate, al menos esta vez) se parece al amor

cuarenta y nueve veces
multiplicado, al estallido
primero de las nubes que devora
la sequía de agosto
cuando la cuarteada tierra entera parece
trepidar y tiemblan todas las hojas
y todas las cosas, llorando, alzan los brazos.

Aquí nada alza los brazos a recibirla: nos recubrimos, animales enjaulados con nosotros mismos, en el cuarto blanco y gris, alfombras, muebles, cobijas, minimalismo monacal (odiamos de pronto estos hotelitos carísimos). No llueves tú como antes, cuando el mundo era una madrugada pluvial que tú quisiste compartir conmigo, y tu falda era de
agua,

tus labios, tus cabellos, tus miradas,
toda la noche llueves, todo el día
abres mi pecho con tus dedos de agua,
cierras mis ojos con tu boca de agua,
sobre mis huesos llueves, en mi pecho
hunde raíces de agua un árbol líquido,

ésta es la lluvia que sucede aquí, ahora mismo, y lo oscurece todo (dice Pellicer que la cabellera de la lluvia vuelve morena “la tarde que era rubia”), no es la lluvia de
Borges:

Bruscamente la tarde se ha aclarado
porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
que sin duda sucede en el pasado.

No es la lluvia que, dice Kavafis, repite la algarabía de los niños en sus casas, ni la que cae juguetona en el poema de Tablada, ni la reckless rain que Sandburg quiere restituirles a los niños de Chicago.

II
Ésta es la otra lluvia. La lluvia que sucede dentro del hotel, dentro de las casas y de las iglesias, la que no nos deja ir a ningún lado porque afuera
llueve también una lluvia funeral:

una lluvia terca no permite
sacar el ataúd a las calles rurales;

es la lluvia eterna, la que sigue para
siempre

cayendo en la noche umbrosa,
desbaratando los nidos
y deshojando las rosas,


ésta es la Lluvia con mayúsculas, la del presente y el futuro (¿o es que siempre estuvo lloviendo? no me acuerdo ya), allanadora de la
gran cerca magistral de Sandburg:

Passing through the bars and over the steel points will go nothing except Death and the Rain and To-morrow,

acompañada sólo de la Muerte y de Mañana, y es la que llueve, urbana, sobre cadáveres, y la que ha vuelto ésta
una tarde

como una alcoba submarina

y ha oxidado la voluntad. Es la lluvia interminable que siempre llueve dentro de nosotros, que cae en el pensamiento y escurre de él como en el poema de
Pessoa

cai chuva do céu cinzento
que não tem razão de ser.
Até o meu pensamento
tem chuva nele a escorrer,

lluvia que cae de un cielo ceniciento y no tiene razón de ser, lluvia

que tamiza
lenta ceniza dentro del alma

y justo cuando comprendo que del baño sale agua hacia el cuarto, que el cuarto está anegándose, y el hotel, que ésta es la lluvia del fin del mundo en las últimas vacaciones del tiempo, justo cuando recuerdo a
Verlaine, antigua amiga mía,

Il pleure dans mon coeur

Comme il pleut sur la ville,

amiga perdida para siempre, que te he sostenido tantos y tantos años del mojado hilo de los celos y de la muerte solitaria y unánime, me dices: Está lloviendo mucho, Alón, ¿y si mejor nos regresamos?


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