24. Lamentablemente para todos, no existe un hot dog total: el mundo sería más sencillo. Pero muchos se le parecen: los jochos de carrito en Manhattan (en México se sirve uno bueno en ese estilo: está en el Barracuda); los jochos del tianguis sabatino en el centro de Frankfurt: salchicha gordísima hecha a la parrilla y metida a la fuerza en un pan Kaiser que le queda chiquitito; los jochos de Zacatecas, donde les pusieron pico de gallo antes que cualquiera; los jochos de Monterrey, con la salchicha intensa color rojo rojo; lo jochos de la Zona Rosa, flacos y envueltos en tocino crujiente a las tres de la mañana, a la salida del último antro gay del mundo; los jochos junto al múltiple reloj de Praga, salpicados de ensalada de col. Sublimemente, los jochos de Viena: la salchicha entreverada de queso (Käsekrainer), asada a la plancha, hipercaliente, metida en una funda de pan que trae mostaza picante y catsup, acompañada de un chile güero. Le sobresale la puntita: fálica, perversa, deliciosamente. El mejor sexo oral que se puede conseguir en este mundo.
25. Beto: tacos de cochinada. Una tortilla pequeñita que se calienta con grasa de cerdo y res; carne de buen suadero y un poco de chicharrón; salsa que se parece al pico de gallo pero algo más líquida, algo más ámbar; otra salsa, imposible, hecha con restos de cocción de carnes varias, con despojos que los entendidos llaman 'cochinada' y los cariñosos 'cochi'; una leyenda: ¿la receta es de Beto o la inventó Clemente? ¿quién robó a quién?; tu borrachera diluyéndose en el final de la noche –''plutónica'', diría Poe–. Tales son los elementos que la felicidad requiere y toma cualquier noche en Tacos Beto, en Vértiz casi en la esquina de Eje 5, en la Narvarte.
26. Sushi con Pinot Noir. El chef Daisuke Utagawa del Sushi Ko en Washington fue el primero que juntó tintos de Borgoña (como se sabe, obligadamente de uva pinot noir) con rollos de sushi de cangrejo. Y fue una idea genial: vino y bocado se balancean como equilibrista y cuerda floja, músculos en tensión máxima, poros a punto de estallar... Hay que elegir un pinot ligero, como el de Cono Sur, y un rollo filoso, como de anguila con aguacate. En la terraza del Condesa DF (Veracruz esquina Guadalajara) hay los dos.
27. Casa Madero. Muy lejos de los enólogos tipo D’Acosta venidos del Cielo y a través de los cuales, según dicen, hablan la Tierra y casi casi el Universo, y de los vinos repetidos hasta el bostezo más largo en Baja California, Casa Madero en Parras, Coahuila, está haciendo el mejor chardonnay de México, Casa Grande se llama, sinuoso y elegante como una caricia a cuatro manos. También el merlot y el nuevo shiraz Parras Estate están buenísimos.
28. ¿Combinaciones radicales? Toma una rebanada de buen queso azul: un gorgonzola de veras, un stilton de esos mareadores; mójala con una línea zigzageante de miel, la menos dulce. Prueba. Ai me avisas.
29. Mangos. ¿Me gusta el mango o es nada más una cifra de memorias enlazadas, dúctiles; me gusta su textura, su sabor a miel (en especial en las variedades Haden y Pakistán), su color amarillo brillante, mango, su nombre que resuena a Pellicer, a pájaros color verde jungla de la India; me gusta entero, en trozos eróticos, me gusta chupar su hueso o yo invento que me gusta porque ya lo comía en 1975 y me recuerda no sé qué? En una casa de la colonia Roma hay un cajón lleno de fotos: la familia en Chapultepec, en Tlaquepaque y Zacatecas, fotos de un cumpleaños con cochinita pibil. Hay una foto (tiene que haberla) de un niño, dos años máximo, risa total, manos, cara, pelo, camiseta, todo sucio, amarillo y pegajoso; junto a él están los restos de un mango. Esa risa y ese mango son una afrenta y una mentada (inocente) dirigida específicamente a mí. Quisiera hablar con ese niño, decirle deténte siempre ahí y, claro, ofrecerle disculpas por lo que estoy a punto de hacerle desde ese día y en adelante. Él no iba a contestarme nada.
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DANZA CON LOBOS-------------
ERECCIONES Y HUMEDADES-------------